martes, 4 de noviembre de 2008

fantasma

a veces creo que soy una fantasma, siento que camino por la calle levitando entre los carros y las bicicletas. Siento que la certeza de la existencia no es esa situación corpórea que tanto anhelamos conservar. Los fantasmas son los verdaderos seres que viven en la memoria, no tienen pisadas, no dejan huella sobre la hierba, las dejan en el corazón. Pero yo no quiero ser fantasma todavía, siento ya no me sirven los zapatos, que el cuerpo me pesa cada vez menos, que vivo en el recuerdo de alquien. Y entonces me esfuerzo, camino fuerte y con ritmo, intento no elevarme con frecuencia pero parece que no lo consigo... sigo siendo un fantasma.

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Un cuento para olvidar

Ella se negaba a olvidar, se negaba porque olvidar era un dificil tarea, una tarea de valientes que ella no estaba preparada para asumir.
Recordaba los días y las noches, los amores y los desamores, las palabras y las cosas, ella solo olvidaba el deber de olvidar...
Desde muy niña soñaba con ser artista, soñaba con lograr cambiar la ausencia por la presencia, el olvido por el recuerdo, los recuerdos por amores.
De noche siempre la acompañaban los cuentos, cuentos de esos que nos acompañaron cuando niños; habitados por heroínas de fantasía, diosas que no existen más que en la imaginación, escritas por grandes escritores que ya no escriben.
Los años corren, corren para escaparse del olvido que los persigue como un policía del tiempo.
Se crece y se olvida inevitablemente; se olvida para nacer, se olvida para crecer y ser.
Los cuentos que leía ya no ocupaban sus noches, pero si sus recuerdos más felices; ya no quería que el amor habitara sólo como una presencia infantil. El amor debía nacer del respeto y del trabajo, y aún más del arte, porque era él quien ocupaba ahora sus pensamientos.