martes, 21 de abril de 2009

La mirada

Superado el mal de ojo, somos fisgones de la vida. A través del ojo de la cámara ya nada nos detiene, ya nada se escapa en el tiempo o el espacio.

Un cuento para olvidar

Ella se negaba a olvidar, se negaba porque olvidar era un dificil tarea, una tarea de valientes que ella no estaba preparada para asumir.
Recordaba los días y las noches, los amores y los desamores, las palabras y las cosas, ella solo olvidaba el deber de olvidar...
Desde muy niña soñaba con ser artista, soñaba con lograr cambiar la ausencia por la presencia, el olvido por el recuerdo, los recuerdos por amores.
De noche siempre la acompañaban los cuentos, cuentos de esos que nos acompañaron cuando niños; habitados por heroínas de fantasía, diosas que no existen más que en la imaginación, escritas por grandes escritores que ya no escriben.
Los años corren, corren para escaparse del olvido que los persigue como un policía del tiempo.
Se crece y se olvida inevitablemente; se olvida para nacer, se olvida para crecer y ser.
Los cuentos que leía ya no ocupaban sus noches, pero si sus recuerdos más felices; ya no quería que el amor habitara sólo como una presencia infantil. El amor debía nacer del respeto y del trabajo, y aún más del arte, porque era él quien ocupaba ahora sus pensamientos.