viernes, 7 de diciembre de 2007

Un lugar

Todos queremos un lugar, queremos apropiarnos de una porción de tierra: sentir que habitamos el mundo. Nos olvidamos que más allá del tener, quizás el tiempo nos da el derecho de habitar estos lugares que tanto queremos con dignidad y certeza. Este texto nace de la nostalgia, nostalgia por ocupar un lugar y ser llamado y cobijado por una paternidad. Cuando se acaba nuestro primer paso por la universidad dejamos atrás el lugar, y creemos firmenente en la idea de habitar uno nuevo, propio y hasta "original". Quizás este lugar que dejamos hacía de nosotros un miembro y ahora somos una parte independiente, un estado que ahora puede regir sus propias leyes y políticas. Y sí...nos llenamos de grandes expectativas y llegamos frente a las puertas del mundo real en donde la lucha es la clave de la supervivencia. Si no se aspira a ser el mejor, es bueno aspirar a ser el más entregado, el más apasionado, el más honesto consigo mismo y los demás. Los expertos hablan del mundo como una selva en la que todos rugen y corren para luchar o escapar de los otros. Nuestro lugar se debe pelear y lograr con valentía y verdad. Un lugar, un sueño, unas grandes esperanzas de ser y de convertir lo de todos en nuestro también. También es una oportunidad para llegar a pensar que talvés olvidamos que los lugares cambian y se deben olvidan para darle paso a unos nuevos, llenos también de sentido y buenos presagios.

Un cuento para olvidar

Ella se negaba a olvidar, se negaba porque olvidar era un dificil tarea, una tarea de valientes que ella no estaba preparada para asumir.
Recordaba los días y las noches, los amores y los desamores, las palabras y las cosas, ella solo olvidaba el deber de olvidar...
Desde muy niña soñaba con ser artista, soñaba con lograr cambiar la ausencia por la presencia, el olvido por el recuerdo, los recuerdos por amores.
De noche siempre la acompañaban los cuentos, cuentos de esos que nos acompañaron cuando niños; habitados por heroínas de fantasía, diosas que no existen más que en la imaginación, escritas por grandes escritores que ya no escriben.
Los años corren, corren para escaparse del olvido que los persigue como un policía del tiempo.
Se crece y se olvida inevitablemente; se olvida para nacer, se olvida para crecer y ser.
Los cuentos que leía ya no ocupaban sus noches, pero si sus recuerdos más felices; ya no quería que el amor habitara sólo como una presencia infantil. El amor debía nacer del respeto y del trabajo, y aún más del arte, porque era él quien ocupaba ahora sus pensamientos.